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  • Foto del escritorElpidio Pezzella

Sal con fuego

Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la adobaréis?

Marcos 9:49-50

Marcos el Evangelista en este pasaje nos invita repetidamente a abstenernos de ciertos comportamientos que conducen a la "gehena" del fuego eterno, donde por gehena nos referimos al lugar, que en aquellos tiempos se utilizaba como depósito de desechos. La suya es una invitación con implicaciones incluso drásticas para evitar la condena eterna del oyente. Nuestro cuerpo mortal será devorado por gusanos, pero hay una parte dentro de nosotros que permanecerá para siempre. El evangelista habla de un pasaje en presencia de Dios, donde nuestro ser no conoce descomposición. Jesús nos exhorta a no comportarnos de tal manera que escandalice a los demás, que empañen el Evangelio o hagan vana la predicación. No tiene sentido argumentar que la vida es algo que nos pertenece y que manejamos a nuestro antojo. El Señor nos ha dado manos, ojos y pies, pero si los usamos exclusivamente para realidades negativas, resulta oportuno seguir lo que dice el Evangelio, es decir "amputarlos". Este gesto es una metáfora para decir que si nuestras acciones, nuestros planes y las cosas que miramos o hacemos pueden ser ocasión de pecado, sería mejor evitarlo, para no tener que arrepentirnos después. La responsabilidad de lo que hacemos y pensamos es nuestra, es impensable llevárselo a Dios. Detrás de la vida cristiana está nuestra libertad, ya que Dios nos creó libres, dándonos la posibilidad de elegir entre el bien y el mal.


Como creyentes, siempre debemos luchar por el bien, pero sucede que se toman decisiones negativas. Jesús nos da otra solución: "Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal" (Marcos 9:49). Según la ley judía, todo sacrificio, para agradar a Dios, tenía que ser salado con sal antes de ser ofrecido sobre el altar (Levítico 2:13). El fuego está relacionado con la purificación. Y por fuego nos referimos a las experiencias que purifican la vida. Es la disciplina con la que el creyente vence su maldad. Salar con fuego es la solución a nuestra incapacidad para cortar lo que no es bueno: la llamada estufa de la aflicción, el fuego de la amargura que apaga y deja que la sal se escape de nuestro ser. Siempre que nos encontremos cometiendo errores, será obra del Espíritu, a través de una predicación, a través de una lectura u oración personal, y nuestro sometimiento a Él hará que un fuego libere la sal que Dios ha depositado en nosotros. La palabra de Dios es una sal que mora en nuestras entrañas y cuando la vida nos somete a pruebas, dificultades y amarguras, del arrepentimiento de nuestra carne debe salir la sal. Sin embargo, este elemento no sirve para darnos sabor nuevo, sino que hay que dar testimonio de que ya está dentro de nosotros y que sirve para darle sabor a nuestro vecino.


La sal también recuerda otro hecho bíblico muy conocido, el relacionado con la salida de Lot y su familia de Sodoma y Gomorra. La esposa de Lot, al no seguir el consejo de no mirar atrás y ver lo que estaba dejando, se convirtió en una columna de sal (Génesis 19:26). Este episodio debería hacernos recordar cómo cambió nuestra vida cuando aceptamos a Jesús y no porque comenzamos a asistir a una iglesia en particular. A partir de ese momento vivimos de otra manera y quienes nos observan no solo deben pensar que frecuentamos una determinada comunidad, sino que deben quedar impresionados por nuestra nueva forma de ser, fruto de un nuevo nacimiento. Si, por el contrario, a los ojos de quienes nos conocen como tales, llevamos a cabo acciones que recuerdan a Sodoma y Gomorra, será un indicio de falta de sal, de sapidez espiritual. Por eso es mejor tener un ojo, una mano, un pie, pero estar en la vida que el Señor ha venido a traer: "pero yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10:10). La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿qué sal es? Si un cristiano no se comporta como un cristiano, no es lo que dice ser. Sin embargo, si consideramos al zángano como el Espíritu, la expresión de Jesús adquiere un nuevo aspecto. Necesitamos tanto la acción del Espíritu, ese fuego que desciende de arriba, capaz de darnos la sabiduría necesaria para salar el mundo. Ven entonces Espíritu para darnos el sabor pleno de quién pertenece a Cristo.


 

Plan de lectura semanal

de la Biblia n. 49

29 de noviembre Ezequiel 35-36; 2 Pedro 1

30 de noviembre Ezequiel 37-39; 2 Pedro 2

01 de diciembre Ezequiel 40-41; 2Pedro 3

02 de diciembre Ezequiel 42-44; 1 Juan 1

03 de diciembre Ezequiel 45-46; 1 Juan 2

04 de diciembre Ezequiel 47-48; 1 Juan 3

05 de diciembre Daniele 1-2; 1 Juan 4


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