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Foto del escritorElpidio Pezzella

Apartaos de la presencia del Eterno

Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová á Tarsis, y descendió á Joppe; y halló un navío que partía para Tarsis; y pagando su pasaje entró en él, para irse con ellos á Tarsis de delante de Jehová.

Jonás 1:3

A Jonás se le ordenó levantarse e ir a Nínive, la gran ciudad, capital del poderoso reino de Asiria, enemigo e invasor de Israel. Los asirios habían conquistado y destruido Samaria, la capital del Reino del Norte, en el 722 a. Su política de invasión y dominación era conocida. Por eso Nínive era el símbolo del opresor, del enemigo por excelencia; no es sólo una ciudad pagana, sino un lugar de poder que se opone a Dios. Nínive estaba situada a orillas del río Tigris, en Mesopotamia, y más precisamente cerca de la actual Mosul, en el norte de Irak. El profeta se levanta a la palabra del Señor, pero la desestima con una huida en dirección totalmente opuesta. Nínive se ubicaba al este de Jerusalén, mientras que huía al oeste, hacia Tarsis, según algunos ubicados en el sur de España, en ese momento identificado como el fin del mundo. Se argumenta que podría haber sido Tarso de Cilicia (en el actual sur de Turquía), la ciudad que daría a luz al apóstol Pablo, donde quizás tenía amigos y parientes que podrían hospedarlo. En 1773, sin embargo, el descubrimiento en un pueblo cercano a Cagliari de un grabado con el nombre de "Tarsis" confirmó que se trataba de un puerto de la costa mediterránea, y casi con seguridad de Cerdeña.


El profeta está demasiado condicionado por el resentimiento hacia los ninivitas y, una vez encumbrado, opta por el sentido contrario. El texto nos dice que no se aleja de Nínive, sino de la presencia del Eterno. Así es para nosotros, cada vez que no estamos de acuerdo con las Escrituras, cuando eludimos nuestro compromiso moral y espiritual. Responder al mandato divino es nuestra sacrosanta responsabilidad. En cambio buscamos nuestras justificaciones, y por ellas podríamos entender la actitud del hijo de Amitai, dispuesto también a hacer un esfuerzo económico para no cambiar sus ideas, animado por el resentimiento hacia un pueblo invasor, objeto de la atención misericordiosa de Dios. Cada día hay quien, como Jonás, da la espalda a su “prójimo” (sea quien sea) y se aleja de sus responsabilidades, eligiendo el mar y un barco como vía de escape, como reacción a una acción sufrida, un retiro que amplifica tu dolor al silenciar todo lo demás. No siempre hay un dolor desencadenante, a menudo uno puede ser víctima de la propia paranoia. Pero es necesario contar con Dios, y su inaceptable misericordia, que no suelta, no da tregua a los que se resisten o tratan de adormecer la conciencia. Podemos estar convencidos de que estamos lejos cuando Él está más cerca de lo que imaginamos.


La capital asiria es como el gigante Goliat al que hay que enfrentarse y que asusta a cualquiera. El miedo es un compañero silencioso cuando huimos y nos negamos a ser quienes somos. El profeta está molesto, siente el peso de una misión que no comparte y trata de escapar de las responsabilidades, pero pronto tendrá que descubrir que no se puede escapar de Dios, sobre todo cuando Él no acepta que permanezcamos indiferentes ante la necesidad. que nos rodea. El barco ha despegado, Jonah está dormido, esperando que nada lo despierte. Pero el viento y la tormenta se ciernen sobre el viaje del fugitivo. El verbo "desatar" contiene la idea de la fuerza desplegada por el Señor, que lleva a "una gran tormenta". El viento debería haber sido suficiente para llevar al profeta de vuelta sobre sus pasos. La historia de Elías huyendo a la montaña debía sugerirle qué era ese fuerte viento (1Re 19:11). El contexto del barco tormentoso es prueba de ello, ofreciéndonos incluso la paradoja de unos marineros que intentan salvar la vida del apático Jonás. El profeta había escapado, silenciando primero su vocación, luego su fe. Los marineros "asustados", en cambio, oran, aferrados al bote salvavidas de la fe. Los discípulos en el lago fueron reprendidos por el Maestro que abordó su miedo como falta de fe.


Querido amigo, si estabas planeando una huida a Tarsis, lejos de la presencia del Eterno, espero que esta reflexión haya sido suficiente para hacerte cambiar de opinión y volver a tu decisión. Quizás sea el momento de abrir los ojos y darnos cuenta de quién está a nuestro lado, quién es Aquel que nos ha llamado a servirle. “¿Adónde me iré de tu espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? Si subiere á los cielos, allí estás tú: Y si en abismo hiciere mi estrado, he aquí allí tú estás. Si tomare las alas del alba, Y habitare en el extremo de la mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra” (Salmo 139:7-10). ¡Solo huye! Es hora de ir a Nínive que nos espera.


 

Plan de lectura semanal

de la Biblia n. 29

11 julio Salmos 1-3; Hechos 17:1-15

12 julio Salmos 4-6; Hechos 17:16-34

13 julio Salmos 7-9; Hechos 18

14 julio Salmos 10-12; Hechos 19:1-20

15 julio Salmos 13-15; Hechos 19:21-41

16 julio Salmos 16-17; Hechos 20:1-16

17 julio Salmos 18-19; Hechos 20:17-38



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