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  • Foto del escritorElpidio Pezzella

Dios hace milagros y yo creo en los milagros

"Alegraos más porque vuestros nombres están escritos en los cielos".

Lucas 10:20b


¿Por qué Dios a veces responde ya veces no? ¿Por qué algunos son milagrosos y otros se dejan morir? ¿Por qué sucede lo imposible y lo normal no? Estos son algunos de los enigmas de la existencia, que pueden atormentar incluso a los más jóvenes en la fe. La respuesta a cada una de ellas es sin duda la más verdadera que tengo, y por ello tan aceptable como inaceptable: “No sé”. Tenemos la tarea y la fe para clamar contra todas las adversidades. A Dios, soberano absoluto, la incuestionable, aunque inaceptable, libertad en la tierra, para hacer lo que quiera. He aquí una de mis oraciones favoritas: "Señor, hágase tu voluntad... y que este tiempo esté cerca de la mía".

Preferimos ocuparnos más de una enfermedad del cuerpo que de la salvación del alma. Y por eso nos afecta más un enfermo curado que un pecador redimido. Sin embargo, Jesús dirigió nuestra mirada precisamente al alma y a lo que dura para siempre, cuando a los setenta, regocijándose por los milagros y liberaciones que habían presenciado, les recomendó: "Alegraos más porque vuestros nombres están escritos en los cielos" (Lc 10:20b). Además, los invitó a ellos, y en consecuencia a todos nosotros, a no preocuparnos por quién pudiera dañar el cuerpo. Más bien, deberíamos haber tenido cuidado con quién podría dañar nuestras almas (Mateo 10:28). En cambio, tendemos a enfatizar lo que concierne a nuestro cuerpo, porque la verdad es que nadie quiere sufrir. Cuanto más avanza la medicina, más no queremos contemplar la eternidad, sino que preferimos alargar nuestros días en la tierra. Nos gustaría remontarnos por lo menos a ciento veinte años antes del diluvio (Génesis 6:3), pero no nos importaría vivir tanto como los primeros patriarcas post-noaíticos. Los más escépticos preguntan ¿por qué Dios permite que nos enfermemos y luego nos curamos a nosotros mismos? Quizá deberíamos preguntarnos como los discípulos, en el caso del ciego de nacimiento, buscando un culpable: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, por qué nació ciego?" (Juan 9:2). Luego tratamos de los muchos milagros que nos presenta la Escritura, y el texto que Jesús sanó a muchos de los que le fueron traídos y todos los que tocaron el borde de su manto fueron sanados (Marcos 6:56). ¡¿Todos?!


En el mundo pentecostal en particular, el tema de la salud y la curación lamentablemente se ha vinculado más allá de lo debido al tema del pecado y el alejamiento de Dios, de esta forma, salud y salvación se han convertido en términos interdependientes, la enfermedad es vista como una degeneración causada por el pecado y, en consecuencia, cualquier intento de curación, más allá de la oración y la fe en la curación, considerados legítimos. La ciencia médica es don de Dios e inteligencia capaz de desarrollar curas y terapias como facultad originaria del hombre como criatura de Dios, pero en otros casos el abandono absoluto a las posibilidades de Dios capaces de garantizar curaciones milagrosas ha llevado a Formas discutibles y en algunos casos deletéreas de extremismo debido a la aversión a cualquier tratamiento médico en el tratamiento de enfermedades oa la inoportuna insistencia en la búsqueda a toda costa de curaciones milagrosas propuestas por insólitos predicadores.


Me temo que a muchos no les gustará este escrito, en particular a los que ya han tenido que poner una placa en la oración incumplida por un familiar, a los que han visto levantado el cartel "Ya no hay nada que hacer", a los que han tenido que reconciliarse con esos "lo siento" amargos e insípidos, fríos y distantes de alguna persona con bata blanca o uniforme. Si tú estás entre estos, créeme, tú, tienes todo mi entendimiento, no el formal y distante sino el pragmático y solidario de los que conocieron esos momentos, de los que miraron a la muerte a la cara, de los que lucharon y Entonces izaron bandera blanca, de aquellos que tuvieron un sueño y se encontraron viviendo una pesadilla. Sí, he conocido el polvo, la derrota, pero nunca la derrota, porque estoy seguro de que tu acción incuestionable es siempre para nuestro bien. Muchas veces me levantó y me levantó sobre el polvo, cuando estaba lista para decir la última palabra. Y decidí contarlo porque hay otros tantos que necesitan alimentar la esperanza, creer que Dios no es indiferente y distante. Mientras haya un soplo de vida debemos luchar. Mientras tengamos aire en los pulmones debemos invocar y esperar lo imposible, sin esperarlo jamás.


(de la introducción de mi libro "Creo en los milagros", BE Edizioni)


 

Plan de lectura semanal

de la Biblia n. 27

27 junio Job 8-10; Hechos 8:26-40

28 junio Job 11-13; Hechos 9:1-21

29 junio Job 14-16; Hechos 9:22-43

30 junio Job 17-19; Hechos 10:1-23

01 julio Job 20-21; Hechos 10:24-48

02 julio Job 22-24; Hechos 11

03 julio Job 25-27; Hechos 12


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