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  • Foto del escritorElpidio Pezzella

La Palabra sembrada dará fruto

Es pues ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios.

Lucas 8:11

Por razones obvias, al menos una vez a la semana me encuentro meditando públicamente y compartiendo versículos de las Escrituras. Y de alguna manera eso es lo que sucede también con este devocional dominical. A menudo me pregunto si el predicador y el oyente siempre tienen la conciencia de Pablo, que el evangelio "es poder de Dios para salvación de todos los que creen" (Romanos 1:16). ¿Podemos creer que esas antiguas palabras que emergen de la Biblia tienen la capacidad de cambiar a las personas, al mundo y producir frutos extraordinarios tarde o temprano? Aunque lo creamos, no podemos negar que hay días en los que, aunque sentados y presentes con el cuerpo, nos distraemos en la escucha, como si estuviéramos en estado de "espera". La Palabra leída y predicada rebota en nosotros dejándonos indiferentes, aunque debemos admitir que a veces las responsabilidades no son todas del oyente. La parábola del sembrador es ciertamente una de las más conocidas y bien puede describir esta realidad.


El texto se propone en tres Evangelios (Mateo 13:1-23; Marcos 4:1-25 y Lucas 8:4-14), y todos lo acompañan con la explicación del Maestro a los discípulos, y a nosotros que podemos leerlo, ya que “les es dado saber los misterios del reino”. Lo que ya no es un misterio es que la fe y la creencia sólo pueden nacer a través de la palabra de Dios, la semilla sembrada por el sembrador. De ninguna manera es una subestimación afirmar que podemos alcanzar la fe a través de la semilla de la palabra y su siembra en nuestra vida. Si para el salmista era la lámpara que alumbraba su camino, para el creyente es el elemento esencial para nacer, crecer y desarrollarse, ya que es quien "lo guarda con corazón recto y bueno, y da fruto con perseverancia". Cada creyente tiene también en sus manos este potencial, con la vocación de esparcirlo en el campo, por los caminos y donde tenga la posibilidad.


Esta parábola nos permite reflexionar sobre cuatro categorías de personas o situaciones en la vida. Un elemento los une a todos, es decir, han tenido la oportunidad de escuchar la palabra, de recibir la semilla de la fe, aunque cada uno tenga su propia reacción. Los primeros son los que reciben la palabra junto al camino, donde es pisoteada o devorada por las aves del cielo. Estos son los que son fácilmente robados por el diablo. Pueden ser los que siempre tienen prisa, los que siempre llegan tarde a las reuniones y siempre se van temprano: sus actas están contadas. Dedican el resto de su tiempo, o al tratar de dedicar tiempo al Señor se dejan llevar por otras preocupaciones y/o planes. Deben entender que esto es en detrimento de su salvación. De hecho, la semilla de la palabra no tiene tiempo de profundizar y germinar, porque las distracciones la barren por completo. La prisa también es sinónimo de superficialidad. Quién sabe si esta meditación permitirá a alguien comprender que a veces es necesario salirse del camino y colocarse dentro del "campo del Señor" para ser cuidado y sembrado. El propósito de la predicación es precisamente este, que algunos puedan llegar a la salvación.


La segunda categoría incluye a los que tienen una roca debajo de la superficie, y no es la roca de Jesús, son los que siempre se regocijan, y se llenan de alegría al escuchar la palabra. Pero así como están listos para regocijarse, caen en la desesperación con la misma facilidad. Son los desequilibrados, cuya primera tempestad barre la fe. Su disposición no permite que la semilla eche raíces en profundidad. Luego están los que están envueltos en espinas, sofocados por las tensiones de la vida. Ellos tampoco tienen raíces profundas, realmente no se sienten parte del trabajo. Viven en situaciones de enredos y enredos, que muchas veces causan dolor, porque las espinas pican. Para el sembrador estos son un problema constante y cuidarlos requiere mucha atención, por las espinas que los rodean. Finalmente, están los de la buena tierra, cuyo corazón no tiene piedras ni espinas, y cuando la semilla cae se hunde profundamente. Dan frutos con perseverancia, porque su vida no está envuelta por pájaros, no está enredada por solicitaciones, no está distraída por nada más.


¿En cuál de estas categorías te ubicas? Recuerda que la Palabra de Dios es sembrada en nosotros, aun cuando seamos tierra estéril, cuando estemos ahogados por la preocupación o superficiales. Creo y oro para que la Palabra se siga sembrando con fe y determinación porque en todos, incluso en los más distraídos, hay buena tierra, y allí, tarde o temprano, esa Palabra, que es poderosa, dará fruto. Sin embargo, a vosotros que estáis comprometidos en el frente os dedico las palabras de Peter Böehler: “Predicad la fe mientras la tengáis, y mientras la tengáis seguiréis predicando”.


 

Plan de lectura semanal

de la Biblia n. 10

28 de febrero Números 17-19; Marcos 6:30-56

01 de marzo Números 20-22; Marcos 7:1-13

02 de marzo Números 23-25; Marcos 7:14-37

03 de marzo Números 26-28; Marcos 8

04 de marzo Números 29-31; Marcos 9:1-29

05 de marzo Números 32-34; Marcos 9:30-50

06 de marzo Números 35-36; Marcos 10:1-31

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