Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Juan 10:27-28
En tiempos de Jesús, el redil era un gran espacio cuadrangular, cuyo muro perimetral, construido con piedras toscas y armado con gruesas ramas, no sólo impedía salir a las ovejas, sino que mantenía fuera a las bestias. El pastor se cuidó de dejar entrar al rebaño por la puerta situada en uno de los laterales. A veces ocurría que varios pastores accedían a utilizar un redil común, encomendando sus rebaños a la guardia de un solo porteador, que pasaba la noche con los animales. Por la mañana abrió la puerta y cada pastor llamó a sus ovejas. Ningún pastor habría entrado jamás en el redil si no fuera por la puerta. Con esta representación, familiar para sus oyentes, Jesús se presenta como puerta, portero y pastor, demostrando cuánto se preocupa por su rebaño y en particular por las ovejas, ya que éstas a menudo se mezclan con las cabras. Son, en efecto, las ovejas las que reconocen y escuchan la voz del pastor, y, sin intención de ofender, todo creyente debe ser "oveja" y no "cabra".
Encontramos ovejas y cabras en la representación del juicio divino, donde divididos se colocan uno a la derecha y el otro a la izquierda: "Y serán reunidas delante de él todas las gentes: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas á su derecha, y los cabritos á la izquierda” (Mateo 25:32-33). Todo el capítulo 25 nos ofrece tres grandes parábolas: la de las diez vírgenes, la parábola de los talentos y la parábola de la separación entre las ovejas y las cabras, que nos ofrece algo de reflexión. La distinción que hace Jesús en las diversas categorías de individuos es entre los que profesan ser cristianos. En efecto, las palabras en cuestión no se dirigen a todos, sino a los discípulos apartados (Mt 24:3), con quienes se desarrolla un discurso articulado sobre el final, del que todo discípulo debe comprender que nunca da nada por sentado. Con estas parábolas, Jesús ofrece a sus oyentes algunas imágenes sobre el juicio final que Dios decretará al final de los tiempos. Y es precisamente pensando en ese día, cuando Él efectuará la separación, que cada uno de nosotros quisiera ser colocado a la diestra de Cristo. ¿Qué hay detrás de esta división?
Tratando de distinguir las dos razas ovinas, la oveja es un animal de rebaño, por lo tanto podría representar a la persona inserta en el contexto comunitario, que confía y se deja conducir por el pastor. La cabra, en cambio, es un animal individualista, que tiende a seguir su propio camino: tú eliges la hierba para pastar, los caminos a seguir. Específicamente, aquí estamos hablando de cabras (en masculino), lo cual es emblemático ya que se sabe que los machos de un rebaño (sean ovejas o cabras) nunca comparten el cuidado de los corderos, sino que se reúnen en un grupo separado: ellos están a punto de hacerlo solos y buscan al resto del grupo solo para reproducirse. Entonces estos son sujetos que usan el rebaño para sus propios intereses. En la Biblia, la cabra salvaje tiene mala reputación, y el término hebreo también se usa para diablo. Esta parábola dice que Dios tendrá en cuenta mi vida: ve cómo me porté cuando estaba en los pobres, en el hermano, en los necesitados. Llama la atención la actitud de las ovejas, que no hacían el bien por conveniencia, sino espontáneamente. De hecho, se asombran de las afirmaciones del Hijo del hombre: "¡¿Cuándo...?!"
Las cabras, en cambio, creían tener la salvación en el bolsillo, se sentían por encima de los demás. Seguros de haber hecho todo lo que tenían que hacer, se asombran cuando les dicen: "No te conozco". Tiemblo ante la idea de poder vivir la fe con presuntuosa convicción, de ser címbalo que resuena y no notarlo. Es necesario desterrar lo que no le pertenece o no se ajusta a su palabra. Requerirá coraje, incluso sacrificio, pero nunca debemos tener miedo de confesar nuestros errores, si los hay (¡y los hay!). Encontramos el valor para arrepentirnos, para no vivir en la falsedad y volvernos como los fariseos. Se pararon en la esquina de la calle y alardearon de sus ayunos y oraciones. Jesús no los llamó sólo "sepulcros", lugares de muerte, sino también "blanqueados", porque no sólo tenían la muerte en el corazón, sino que trataban de hacerla parecer hermosa. Los hijos de Dios no serán sepulcros y mucho menos blanqueados. Al mismo tiempo se esforzarán por ser "ovejas" viviendo en el rebaño, escuchando la voz del pastor que las guía. Espero que estas palabras nos ayuden a considerar cómo estamos viviendo nuestra fe cristiana, ya sea como ovejas o como cabras.
Plan de lectura semanal
de la Biblia n. 20
09 mayo, 2 Reyes 7-9; Juan 1:1-28
10 mayo, 2 Reyes 10-12; Juan 1:29-51
11 mayo, 2 Reyes 13-14; Juan 2
12 mayo, 2 Reyes 15-16; Juan 3:1-18
13 mayo, 2 Reyes 17-18; Juan 3:19-36
14 mayo, 2 Reyes 19-21; Juan 4:1-30
15 mayo, 2 Reyes 22-23; Juan 4:31-54
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