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  • Foto del escritorElpidio Pezzella

Elige bien con quién estar

No te engañes: “las malas amistades, echan a perder las buenas costumbres”.

1 Corintios 15:33

El apóstol Pablo amonestó a los corintios citando un dicho de Eurípides (485-407 a.C.) tomado de Menandro, un dramaturgo griego que vivió entre el 342 y el 291 a.C. en su colección de escritos morales utilizados en las escuelas (el fragmento 218 de Taide). La cita está dentro de un discurso destinado a aclarar puntos fundamentales de la fe cristiana que algunos cuestionaban. Y es a estos a los que alude, llamándolos "malas compañías", viendo en ellos "lobos con piel de cordero". Su preocupación es la de todo pastor que busca preservar el rebaño. Algunos refranes populares, como "el que va con el lobo aprende a aullar" y "el que va con el cojo aprende a cojear", van en la misma línea. Ciertamente, todo creyente no está llamado a vivir una vida desprovista de relaciones sociales, pues el Señor no nos ha sacado del mundo, sino que nos ha enviado a ser luz y sal, aunque se somos conscientes de que seremos ovejas en medio de lobos. Como no es oro todo lo que reluce, conviene tener mucho cuidado a quien frecuentamos, porque no todos los que se llaman amigos lo son realmente.


Como padre, aconsejo constantemente a mis hijos que elijan bien sus amistades, que consideren bien qué intereses comunes hay, para evitar consecuencias desagradables. Estoy seguro de que muchos otros hacen lo mismo. A veces, con demasiada ligereza, elegimos pasar tiempo con personas que apenas conocemos y que pueden resultar poco recomendables, y que poco a poco establecen vínculos de los que nos cuesta desprendernos, en detrimento de nuestra vida familiar y espiritual. Con una sabiduría paternal y toda una vida de experiencia a sus espaldas, el sabio sentenció: "El qué va con los sabios se hace sabio, pero el compañero de los necios se hace malo" (Proverbios 13:20). El escritor polaco Stanislaw J. Lec escribió que "frecuentar a los enanos deforma la columna vertebral", evocando una particular degeneración, que ciertamente no pretende ser una falta de sensibilidad hacia algunos. Desgraciadamente es común en nuestros días adaptarse cada vez más a la vulgaridad y a la estupidez, a las cosas bajas de entonces. Para una rápida

confirmación basta con asomarse a las redes sociales, cada vez más espejo de nuestra alma, pero también de nuestra mente. Cada vez más acabamos doblados bajo montones de palabras e ideas basura, sumergidos por expresiones vulgares, escandalosos desperdiciando pensamientos de inteligencia. Todo ello repercute en el alma, cada vez más pesada e incapaz de elevarse hacia Dios y el cielo de la moral y la verdad.


Tal vez debamos examinarnos a nosotros mismos y empezar de nuevo desde la advertencia inicial: "No os dejéis engañar". Tengamos el valor de admitir que todos podemos estar equivocados y confundidos, ya que no podemos confiar exclusivamente en nosotros mismos, en nuestros sentimientos. Nuestra confianza no nos impedirá caer en el error. No somos infalibles. Así que el consejo inmediato es rodearnos de personas sabias cuyas vidas sean claras y de las que podamos aprender. Y la Biblia es muy clara al respecto. El mismo apóstol de los Corintios nos exhorta a mirar su ejemplo (1 Corintios 11:1; 4:16). El escritor a los Hebreos nos recuerda que todo creyente debe fijarse en los que caminan bien y luego imitarlos (Hebreos 6:11-12; 13:7). Pero vivir así requiere toneladas de humildad para poder reconocer que necesitamos crecer y que algunos caminan mejor que nosotros. En cambio, nuestro orgullo de amigos nos lleva a buscar relaciones con quienes están más o menos a nuestro nivel, o incluso más inmaduros que nosotros.


Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,

ni estuvo en camino de pecadores,

Ni en silla de escarnecedores se ha sentado,

sino que en la ley de Jehova esta su delicia,

y en su ley medita de día y de

noche, será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,

Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae y

todo lo que hace, prosperara.

No así los malos, que son como el tamo qué arrebata el viento.

Por tanto, no se levantaron los malos en el juicio,

ni los pecadores en la congregación de los justos.

Porque Jehova conoce el camino de los justos,

más la senda de los malos perecerá.


Son saludables las palabras del Salmo 1, que dicen que hay que evitar tres acciones. Más que sentarse, caminar o detenerse, hay que evitar la compañía de los malvados, pecadores y burlones. El impío es aquel que hace obras malvadas hacia su prójimo. No podemos caminar con los que desprecian el bien de los demás por el suyo propio. El pecador realiza acciones contrarias a la voluntad de Dios. Dichoso el que no se detiene en su camino. Hay un camino que Jesús definió amplio y espacioso, que lleva a la perdición eterna: es recorrido con placer por los pecadores, todo allí es fácil, suave y está al alcance. Puede no parecerlo, pero es cuesta abajo y conduce a las profundidades, desde donde no es posible volver a subir. El burlador, en cambio, es aquel que se burla no sólo del pueblo del Señor, sino también de las Escrituras. Su actitud tiende a ridiculizar a los que viven de la fe. Dichoso el que no se sienta con esa gente, y nada comparte de sus acciones. Tú eliges.



Plan semanal de lectura

de la Biblia no 17

19 abril 2Samuel 6-8; Lucas 15:1-10

20 abril 2Samuel 9-11; Lucas 15:11-32

21 abril 2Samuel 12-13; Lucas 16

22 abril 2Samuel 14-15; Lucas 17:1-19

23 abril 2Samuel 16-18; Lucas 17:20-37

24 abril 2Samuel 19-20; Lucas 18:1-23

25 abril 2Samuel 21-22; Lucas 18:24-43



 

Foto di greensmoke, www.freeimages.com


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