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  • Foto del escritorElpidio Pezzella

El fuego de Jeremías

Empero fué en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude.

Jeremias 20:9

Las personas tienen una resistencia increíble a creer la palabra que las clava en la realidad y las invita a entregarse, porque aman demasiado las ilusiones y los falsos consuelos. Y por eso abren su vida a "profetas complacientes", vendedores de humo, manipuladores de la fe. Siguen haciéndose daño dejándose seducir por el engaño e invirtiendo sus energías en batallas a priori perdidas. Para encontrar la serenidad y volver a la vida, bastaría con escuchar el sincero "amén" de quien les dice que es hora de ir más allá. No todos los muertos resucitan, no todas las enfermedades desaparecen, no todos los problemas tienen solución. Pero Dios está siempre y en todo caso con nosotros. Esta es una pintura que refleja nuestro tiempo, pero que también podría representar el trasfondo de nuestro texto.


Jeremías es un joven profeta, de poco más de veinte años cuando el Señor lo llama y vive los años dramáticos de la historia de Israel, que llevarán a la destrucción de Jerusalén. Su vida es compleja, es un profeta en tiempos difíciles, que somatizará sus dificultades como parte de las palabras que dirigirá al pueblo. El hombre y el profeta se entrelazan a lo largo de las páginas del libro que lleva su nombre. Ningún profeta ha invertido tanto de su vida en sus escritos como él lo hizo. El cap. 20 es una confesión intensa, de alguien que está lidiando con la vida, aterrada por la oposición a sus palabras, que le costó la cárcel. Desde aquí entona el canto de este capítulo, un de profundis que debemos cantar junto a tantos profetas que siguen siendo torturados, encarcelados, asesinados sólo por ser fieles a la voz que los llamó y los empujó. Ahora está descubriendo todo lo que estaba oculto en las palabras divinas que inicialmente lo habían llamado, que lo habían conquistado y persuadido. Para ser precisos, había sido "seducido". Jeremías se siente abusado, violado por YHWH, quien lo hubiera engañado, arruinando su juventud y su existencia. A diferencia de los "falsos" profetas que difunden buenas noticias, alabanzas de victoria y liberación, nuestro joven es contrario, es una voz fuera del coro.


El joven profeta está descubriendo que la vida nunca camina sobre una alfombra de pétalos de rosa y tampoco responde al llamado del Señor. Podríamos compararlo con el joven rico del evangelio (Mc 10:17-22), que juzga excesivas las exigencias de la llamada. Cuántas veces nosotros mismos hemos considerado excesivo nuestro llamado, la vida misma como un exceso para con nosotros. Sin embargo, a diferencia del joven, Jeremías no le da la espalda, se levanta ante la angustia que lo asalta. Precisamente en la hora oscura, su vocación está certificada por dudas y tormentos, porque el verdadero profeta no debe confundirse con alguien que habla mucho de Dios, tal vez con música de fondo e imágenes que fluyen detrás de él. El estado de ánimo de Jeremías está bien descrito por el sentimiento de derrota que lo asalta y que pronto llegará a su punto máximo (vv. 14-18). “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre” (v. 9a). Jeremías pensó, escuchó las voces en su interior y decidió (al menos de palabra) callar su voz, no prestar más su cuerpo, despojarse del manto profético y retirarse. Está experimentando el cerco (recuerda Elías), el agarre que no deja lugar a sueños y esperanzas ilusorias. "Empero"..., hay un "empero".


En el tiempo de lucha estamos llamados a escuchar lo que está dentro de nosotros, a escuchar la Palabra de Dios, que no resuelve los problemas, pero mueve nuestra vida y se manifiesta precisamente en esta realidad, en este tiempo. Hay un fuego nunca extinguido que arde en su corazón. Justo cuando miras a tu alrededor y no ves nada bueno, intentas mirar hacia el mañana y tu vida no tiene nada de lo que soñaste de joven, te sientes con derecho a enojarte con Aquel que te llamó. Y es ahora mismo que puedes volver a sentir esa llama que quema, pero que no consume. Jeremías guarda el recuerdo agradecido de ese fuego, de su propia llamada. ¿Cuál es el fuego que nos permite resistir en tiempos de dificultad? ¿Estás sosteniendo ese fuego responsablemente? El fuego no cancela las crisis, sino que las fija en nuestra carne, hasta empujarlas hacia la médula, haciéndola parte de nosotros. Porque si no podemos cambiar una crisis, la crisis cambiará nuestra vida. De hecho, el profeta encuentra al Dios de la alianza, un Dios íntimo con él (31:31-34). Cuando la angustia estaba a punto de asfixiarlo, capta la intuición de un Dios de Alianza. Una vez más la luz surge de la oscuridad más profunda.


 

Plan de lectura semanal

de la Biblia n. 14

28 marzo Jueces 4-6; Lucas 4:31-44

29 marzo Jueces 7-8; Lucas 5:1-16

30 marzo Jueces 9-10; Lucas 5:17-39

31 marzo Jueces 11-12; Lucas 6:1-26

01 abril Jueces 13-15; Lucas 6:27-49

02 abril Jueces 16-18; Lucas 7:1-30

03 abril Jueces 19-21; Lucas 7:31-50



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