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  • Foto del escritorElpidio Pezzella

Consolar a mi pueblo

Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalem: decidle á voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.

Isaías 40:1-2

No sé ustedes, pero noto un clima de absoluta desorientación a mi alrededor, hemos perdido los límites de nuestra vida diaria, entre prohibiciones y restricciones, advertencias y consejos: ya no sabemos qué ni dónde está la normalidad. Muchos están atrapados en las arenas movedizas de la indecisión y la resignación, mientras la desesperación sigue por encontrar a quién atacar a través del duelo o la pérdida de certezas consolidadas como el trabajo o una relación afectiva. Mirando a las multitudes con los ojos de Cristo, se les forma un nudo en la garganta y el corazón se aprieta, mientras prevalece un sentimiento de compasión, porque están cansados ​​y agotados como ovejas que no tienen pastor. Duele redescubrirse impotentes o no a la altura de las necesidades. No basta el deseo de celebración, que incluso algunos intentan animar, estamos envueltos en una guerra de amplio espectro, y cuyos efectos van en aumento. De hecho, la necesidad de apoyo psicológico ha aumentado desde el comienzo de la pandemia. Algunas estadísticas sugieren que una de cada cuatro personas necesitaría someterse a terapia. Y esto concierne a todos los grupos de edad.


Antes de caer en cualquier forma de abatimiento, releamos el texto de Isaías. Que los versos de esta meditación lleguen a toda persona que necesite consuelo. Estas palabras abren la sección de Isaías conocida como el "libro de las consolaciones". El profeta trata de despertar a las personas forzadas al exilio, que ahora son presa de la resignación y ya no tienen aceite para mantener encendida la llama de la esperanza. Sus palabras son un sonido ahora desatendido, un anuncio de liberación que se eleva desde dentro, con una clara indicación: "habla al corazón", "grita", "alza la voz". Todos deben saberlo. Dios trae consuelo levantando consoladores capaces de hablar al corazón, hombres capaces de ver lo que otros no ven, de oír lo que otros no oyen. Creo que estamos en una época en la que la gente está cansada de trompetas o carcajadas espasmódicas. Quien sea capaz de animar a la gente, entonces hable y llore, anunciando que la tribulación ha terminado y el pecado ha sido perdonado, por la obra de Cristo, el Señor para quien estaba preparado el camino. Su venida y su sacrificio nos reconcilian con el Padre, expiando nuestros pecados. Solo esto puede curar el corazón afligido y asustado. Nada más que Jesús.


Incluso hoy queremos anunciar este consuelo, no de palabras ceremoniales, sino animado por el anuncio de su venida, de su presencia entre nosotros. En esta perspectiva, las palabras del apóstol resuenan oportunamente: "ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia á los oyentes" (Efesios 4:29). El pueblo de Isaías se sintió abandonado y desesperanzado, habiendo perdido su patria, la libertad, la dignidad y, con ellos, la confianza en Dios. El llamado del profeta quiere reabrir el corazón a la fe. No importa que haya un desierto que atravesar, porque será el camino no solo para volver a casa, sino también para volver a Dios, y volver a la esperanza y la alegría. Cuando estamos en la oscuridad, en las dificultades, la sonrisa es lo primero que perdemos. Y es precisamente la esperanza la que nos enseña a sonreír para encontrar ese camino que conduce a Dios. Regresar significa también atravesar el desierto, ese lugar refractario a la presencia humana, hostil a la vida, pero que evoca una escucha atenta como leemos en el profeta. Oseas (2:14): “la llevaré al desierto y hablaré a su corazón”. En la Biblia, este lugar de muerte representa un lugar de renacimiento. Imagen, la del desierto, que puede ser muy significativa en la actual condición pandémica que vivimos, "mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán" (Isaías 40:31).


Que el Espíritu de Dios me dé e inspire palabras que puedan moldear vidas, que puedan extender nuestros brazos y hacer nacer sonrisas, que puedan derribar muros y construir puentes, que puedan abrazar y tocar incluso sin tocar: palabras que salen del corazón y hable al corazón de aquellos que se abren a las buenas nuevas. Que esta oración sea tuya también.


 

Plan de lectura semanal

de la Biblia n. 51

13 de diciembre Oseas 12-14; Apocalipsis 4

14 de diciembre Joel; Apocalipsis 5

15 de diciembre Amós 1-3; Apocalipsis 6

16 de diciembre Amós 4-6; Apocalipsis 7

17 de diciembre Amós 7-9; Apocalipsis 8

18 de diciembre Abdías; Apocalipsis 9

19 de diciembre Jonás; Apocalipsis 10


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