¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.
Ciertamente huiría lejos: Moraría en el desierto.
Apresuraríame á escapar Del viento tempestuoso, de la tempestad.
(Salmos 55:6-8 NKJV)
Los problemas no se solucionan huyendo de ellos, aunque el primer impulso vaya siempre en sentido contrario y apunte lejos. Así como lo fue para el profeta Jonás (cuyo nombre significa "paloma") años después, pero quien se encontró en problemas aún más serios. El autor del Salmo quería escapar, escapar de los problemas del momento, volando, como una paloma, lejos en el desierto. Cuando un viento impetuoso sopla sobre nuestra vida, cuando la tormenta nos envuelve y trastorna, el deseo comprensible y la aspiración común es huir. Cuando una montaña se levanta frente a ella, en lugar de ir contra ella y vencerla, el instinto empuja hacia otra parte. El Salmo se refiere a un momento difícil para David debido a la rebelión de su hijo Absalón. El rey debe lidiar con la traición de su amigo y consejero Ahitofel, quien pasó directamente a las filas de los rebeldes (2 Samuel 15:12). Era un amigo de confianza, un confidente íntimo, un compañero de oración del que nunca se hubiera esperado una acción semejante. El profundo chasco lo empuja a la desesperación, y no teniendo descanso en el lamento y con el corazón en convulsiones se refugia en la oración.
Podemos intentar escapar de todo, y muchas veces cuando huimos es una oportunidad para ser encontrados por Dios, como sucedió con Moisés y Jacob, o para volver a encontrarnos (volver a entrar en uno mismo) como lo fue para el hijo pródigo. El salmo 139 expresa ante todo la cercanía del Señor, cuya mano está sobre nuestra vida. Él es verdaderamente paciente con nosotros, amplio en compasión y grande en bondad: "¿Adónde me iré de tu espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia?" (v. 7). Su presencia nos envuelve, marcando nuestro paso al estar frente a nosotros, y cuando no lo vemos está detrás de nosotros, velando y protegiendo nuestro caminar. Ciertamente su mano está sobre nosotros: "Detrás y delante me guarneciste, Y sobre mí pusiste tu mano" (v. 5). Si somos honestos, confiando en la ayuda de su Señor en la conciencia de que conoce todos los aspectos de su vida, no podemos negar que hay momentos en su vida en los que le asalta un inmenso deseo de evasión. Hay varios motivos que pueden llevar a la evasión: una traición, una decepción, un fracaso, un trauma o un problema físico. La Escritura está llena de personajes que se han entregado o han sido inducidos a huir: Moisés tras un asesinato, Jacob amenazado por su hermano tras el "robo" de la primogenitura, el juez Jefté se distancia de sus hermanos, Jonás de los ninivitas y de los misión de anunciar sus planes de Dios, Elías de Jezabel. A estos también podríamos agregar el segundo hijo del padre amoroso, quien decide dejar el hogar familiar e irse lejos.
Hay situaciones que pueden incentivar a las personas a salir de la comunidad, considerando que esta es la solución más sencilla. ¿Pero estamos seguros? El ser humano, sea quien sea, tendrá que luchar para mantenerse fiel. Cada uno podría incluir una serie de decepciones y traiciones sufridas. Deberíamos ser igualmente honestos al enumerar los practicados: "nadie piensa que eres recto". Disputas familiares, disputas entre hermanos y hermanas, malentendidos maritales, discusiones en el trabajo… este es el pan de cada día. Nunca huyamos de Dios, y cuando no tengamos el coraje de enfrentar nuestros desafíos, dejémonos llevar como a Moisés por el Faraón, a David contra Goliat, a Jacob en el encuentro con Esaú. Sí, las batallas que seamos incapaces de librar solos, enfrentémoslas en el nombre del Señor, entreguémonos a Él invocando que Su voluntad se cumpla en nuestra vida. No sé si estás lejos ahora o si estás a punto de partir para escapar. Espero que esta reflexión les ayude a tomar la mejor decisión, optando por la voluntad del Señor. “El entendido en la palabra, hallará el bien: Y el que confía en Jehová, él es bienaventurado” (Proverbios 16:20).
Plan de lectura semanal
de la Biblia n. 08
14 de febrero Levítico 15-16; Mateo 27:1-26
15 de febrero Levítico 17-18; Mateo 27:27-50
16 de febrero Levítico 19-20; Mateo 27:51-66
17 de febrero Levítico 21-22; Mateo 28
18 de febrero Levítico 23-24; Marcos 1:1-22
19 de febrero Levítico 25; Marcos 1:23-45
20 de febrero Levítico 26-27; Marca 2
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